Cuando hablamos de cuidado integral en el contexto del cáncer infantil, nos referimos a mucho más que el seguimiento de tratamientos médicos. Hablamos de mirar al niño, la niña o el adolescente como una persona completa, con cuerpo, emociones, vínculos, espiritualidad y necesidades únicas.
El diagnóstico de cáncer afecta no solo a quien lo recibe, sino también a todo su entorno. La familia, la escuela, los amigos. Por eso, el cuidado de enfermería no puede limitarse a procedimientos técnicos: tiene que abrazar también lo invisible, lo que no se ve en una placa ni se mide en una analítica.
Un cuidado que escucha
En Onkara entendemos que cuidar también es saber cuándo callar, cuándo mirar a los ojos y cuándo preguntar: “¿Qué necesitás hoy?”. Desde este lugar, usamos herramientas científicas (como los patrones funcionales de Marjory Gordon y la teoría del cuidado humano de Jean Watson), pero las aplicamos con sensibilidad, paciencia y respeto por el momento vital de cada paciente.
Lo integral también es lo cotidiano
¿De qué hablamos cuando hablamos de cuidado integral?
- De enseñar a una mamá cómo manejar las náuseas de su hijo con recursos caseros.
- De guiar a un adolescente a reconocer sus emociones y expresarlas sin miedo.
- De ayudar a una familia a entender cómo acompañar en el dolor… y también en la esperanza.
El acompañamiento integral es una manera de estar, de hacer presente a la enfermería como una presencia humana, constante y cercana, incluso en la virtualidad.
En Onkara, creemos que cada acto de cuidado, por pequeño que parezca, puede ser profundamente transformador.